Causas y consecuencias el círculo vicioso del trabajo infantil
La pobreza
La pobreza es sin duda la causa principal del trabajo infantil. Muchos niños y niñas trabajan para ayudar a su familia y no representar una carga adjunta. Pero la pobreza no hace nada más que engendrar otra pobreza. Las familias que no pueden invertir en la educación de sus hijos siguen perpetuando el mismo sistema, siguen teniendo muchos hijos para que puedan ayudar y participar al mantenimiento de todos.
Pero la pobreza no es una situación eterna ni se crea por sí sola. Se genera, se combate o se perpetua según la voluntad y las políticas económicas elegidas por los gobiernos. Los años ochenta fueron un periodo muy duro para muchos países en desarrollo a causa del creciente problema de la deuda externa, de la recesión económica y de las reformas impuestas por el FMI y el Banco Mundial orientadas a la promoción de los cultivos para la exportación, el incremento de la inversión extranjera y los drásticos recortes del gasto público. Estos últimos perjudicaban los intereses de los más pobres porque recaían en la salud, educación y subsidios alimentarios.
La quema de etapas hacia el desarrollo
Además, las ganas de obtener importantes ganancias disfrazadas de contingencias económicas constituyen un factor más en la demanda de trabajo infantil. Muchos empresarios o pequeños propietarios de los medios de producción sostienen que el trabajo infantil es una de las ventajas económicas que el país necesita para llegar a tener un pleno desarrollo y disfrutar así de las mismas oportunidades de avance que tuvieron los países occidentales. Se teoriza entonces que las diferencias salariales competitivas, la destreza y la pequeña estatura de los niños y niñas los hacen indispensable para un deseable desarrollo industrial. A este propósito un estudio realizado en la India, con la colaboración del Departamento de Empleo de la OIT, sobre la supuesta imposibilidad de sustituir a la mano de obra infantil en los sectores donde más se afirma que los niños y niñas por razones técnicas y económicas son irremplazables demostró lo contrario.
Competencia destructiva
Muchos economistas afirman que el masivo empleo de niños y niñas como mano de obra barata provoca y mantienen las altas cifras de paro entre los adultos. Muchas veces el número de niños y niñas que trabajan es igual al número de adultos parados, creándose así una competencia destructiva entre los miembros de las mismas familias, entre las clases más pobres del mismo país.
Aunque se tiene que considerar que hay casos opuestos donde, por ejemplo, los niños y niñas que trabajan dentro de la economía doméstica permiten a las mujeres trabajar fuera de casa. Además hay niños y niñas que trabajan en el sector informal que desempeñan tareas tan poco atractivas para los adultos que estos nunca les sustituirían. O los hijos que trabajan sin sueldo en las pequeñas empresas agrícolas familiares permiten a los padres contratar a adultos y proporcionarle un sueldo, el mismo que ellos se ven negado.
Sin duda renunciar a la mano de obra infantil, sin que ello se haga dentro de una estrategia política conjunta en una área geográfica completa, significaría sólo que la producción se trasladaría al país vecino que sigue utilizando trabajo infantil, es decir, en la búsqueda del productor más competitivo. Actuaciones de este tipo se reducirían únicamente a políticas de "empobrecimiento del vecino" sin resolver la situación.
Queda claro que la contratación de los niños y niñas permite a los empleadores controlar a estos trabajadores que normalmente no se quejan, tienen miedo, son más dóciles, no se asocian para reivindicar sus derechos, se les puede pagar menos por realizar la misma tarea de un adulto, son flexibles y se les puede despedir y contratar diariamente.
Educación de mala calidad
Consecuencia de los recortes presupuestarios y causa concomitante del trabajo infantil es la falta de una educación adecuada.
La mala calidad y la escasez de las infraestructuras escolares, los planes de estudios inadecuados, una disciplina violenta y una insuficiente preparación de los maestros hace poco atractiva y poco viable la escuela como alternativa al trabajo.
Para muchos niños y niñas y para sus familias ir a la escuela supone un esfuerzo grandísimo. La instrucción pública aunque sea gratuita es, en realidad, demasiado cara para una familia pobre que debe adquirir los libros y los otros materiales escolares, los uniformes, la ropa, el transporte y muchas veces contribuir a pagar de manera extraoficial a los maestros que, después de los "ahorros" estatales, muchas veces no pueden llegar a fin de mes con su sueldo.
En muchos lugares el mantenimiento de un hijo en la escuela puede llegar a representar un tercio de los ingresos totales en efectivo de las familias y muchas de estas tienen más de un hijo en edad escolar.
También las tradiciones y los modelos sociales influyen mucho en la decisión de los padres de enviar a trabajar a sus hijos en lugar de proporcionarle una educación. Aunque a veces no sería tan necesario el aporte económico para la familia se piensa que el trabajo pueda enseñar a los niños y niñas valores y comportamientos mejores que cualquier otro tipo de educación. Se asegura así también la transmisión a través de las generaciones de las costumbres locales.
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